El secado solar consiste en aprovechar la energía solar para evaporar parte del agua de los purines a fin de reducir su volumen y facilitar su exportación. Por ello, puede ser conveniente estudiar esta alternativa en situación de excedente de nutrientes, ya sea sola o combinada con alguna de las otras tres estrategias (basadas en producir biogás, basadas en separación físico-química y filtración o basadas en eliminación de nitrógeno). La Figura 1 muestra el esquema de una de estas instalaciones y la Figura 2 una imagen de una de ellas.
El interés del sistema es el de reducir el volumen de los purines para facilitar su transporte y exportación, lo cual podría ser también aplicable en situación de no excedentes. Por ello, puede ser suficiente una evaporación parcial (por ejemplo evaporar el 50% del agua).
Los procesos térmicos de concentración por evaporación y secado también pueden realizarse aprovechando la energía solar incidente sobre un invernadero por el que circulen purines o fracciones sólidas, con ayuda de un sistema mecánico de rastrillos o una máquina móvil que rompa las costras superficiales, las cuales reducen la transferencia de humedad a la atmosfera del invernadero. El aire del invernadero debe renovarse de forma controlada para evitar su saturación de humedad.
El principal limitante es la posible volatilización de NH3 u otros compuestos, de manera que como mínimo deben controlarse el pH en los purines, con adición de ácido, y las emisiones que se producen, básicamente de compuestos orgánicos y amoníaco residual. Por ello, el aire húmedo extraído del invernadero debe pasar por un biofiltro u otro sistema de tratamiento para mantener las emisiones bajo valores aceptables.
El dimensionado de la instalación se debe basar en la radiación solar incidente a lo largo del año, la humedad relativa de la atmosfera y el flujo de agua a evaporar, por lo cual el diseño deberá adaptarse a condiciones locales. En diferentes pruebas realizadas con invernadero experimental, en invierno el agua evaporada puede estar por debajo de 1 kg/m2·día, mientras que en verano puede estar entre 4 y 9 kg/m2·día, dependiendo de la localización, en las condiciones de Aragón y Cataluña (Prenafeta-Boldú y Parera, 2020). Estos valores pueden aportar una primera aproximación para estimar la superficie necesaria de invernaderos.
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